jueves, 14 de noviembre de 2019

SUEÑOS



Es extraño llegar a casa a las 7.11 h., es extraño vivir entre dos casas y acomodarse a ambas. Yo lo llamo “el ajetreo” al que hace referencia Don Juan Valera en “Doña Luz” y que yo veo como algo positivo. 

Del autobús que llega del extrarradio sale una multitud de rostros apagados que entran a presión en un metro madrugador. El barrio se despierta muy pronto, más pronto que el centro.
En el metro de Embajadores dos personas se lían un canuto con ansia, sus manos tiemblan y sus ojos devoran antes de tiempo los restos de marihuana que habitan un bolsillo desgastado. 
El ansia es incompatible con el placer. 

Unos empiezan, otros no quieren terminar, y yo recién levantada camino de una casa a otra para empezar a trabajar. 

Es extraño.

Antes le cuento a J. mi sueño del otro día, ese sueño que como otras veces pareció leerme sin que yo se lo contase. Antes nos contamos lo fácil que es madrugar cuando te dedicas a hacer lo que quieres, cuando duermes con quien te quieres despertar. 

- Simplifica – fue aquel consejo que me dio mi sobrino hace ya tantos años que ni se acuerda. 

No fue un sueño, os contaba, fue una sensación. 
“Algo” como aquellos fantasmas de la navidad en el cuento de Dickens, me mostraba cómo me sentiría si no tuviera nada que hacer, si no tuviera nadie con quien compartir, si no tuviera el entusiasmo que utilizo como despertador.
Desgana, irresponsabilidad, desidia, inapetencia, somnolencia … todo lo contrario al entusiasmo del que os hablaba. 
Justamente antes de despertarme un espejo me mostró cómo sería si no fuese. 
Una se acostumbra también a lo bueno, se acomoda a las dos casas, se merece volver a ver un laboratorio de escritura lleno, se adapta perfectamente a la noche en la buhardilla, vuelve rutina el bol de frutas del amanecer. 
Una empieza mejor los días si de vez en cuando “algo” le muestra cómo sería si no fuese. 
*Imagen de Brooke Shaden


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