miércoles, 13 de noviembre de 2019

HACER MEMORIA



Claro que hubo cosas buenas.
Claro que yo soy una suma de lo bueno y de lo malo.
Claro que me propongo cada día no utilizar los binomios: bueno/malo, bien/mal. 
¿Qué cualidades de ella te gustaría tener? Yo me quedo en blanco y como siempre guardo silencio mientras mi mente habla y habla y habla. 
Recuerdo esos ratitos limpiando lentejas. Aquel montón enorme sobre el mantel de tela y cómo yo separaba una a una las lentejas feas trasladándolas a un pequeño montículo lateral que crecía lentamente como si “despiojara” el próximo almuerzo.
Recuerdo las risas aquel día en el que yo gritaba – “¡Mamá!” con diferentes músicas y ella respondía “¡Mierdá!” imitando mi soniquete.

Recuerdo aquellos días de frío en los que sobre la cama me agarraba por el borde de los leotardos de lana haciéndome saltar sobre el colchón como si por fin nuestro cuarto tuviese una cama elástica. Esos leotardos de lana que se empeñaba en elegir en colores oscuros para que la suciedad no se notase. 
De mi infancia recuerdo un patio que ya no existe. Un patio con aquella mesa de madera que él confeccionó con una bobina gigante. Allí yo mezclaba harina y agua y amasaba minúsculos panes de todo tipo. 

De él recuerdo los paseos madrugadores caminando hasta el rastro. Allí veíamos pájaros, saludábamos a su amigo que vendía helados, comprábamos cucuruchos de altramuces y un trozo de coco.
También recuerdo el cuento de “La gallina Marcelina” a la que nadie ayudó a hacer aquellos panes que yo imitaba pero que todos querían probar sin haberse manchado las manos. 

Luego vino la adolescencia más rebelde.
Nunca tuve miedo a las consecuencias.
Trasnochaba y cada fin de semana mi padre me gritaba que iba a echar el seguro por dentro para que al llegar no pudiese abrir la puerta.
Nunca lo hizo.
Solo dejé de trasnochar cuando no me apeteció hacerlo. 

Con 17 años encontré un trabajo basura y recuerdo que lo primero que pensé fue que si un día él echaba el seguro yo tenía algo de dinero basura para buscar otro techo. 
Nunca lo hizo. 

La puerta siempre estuvo abierta para salir o entrar.
Nunca tuve miedo a las consecuencias.

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