viernes, 15 de noviembre de 2019

DUDO LUEGO EXISTO



Claro, yo solo hablaré de política desde mi ignorancia elegida, desde ese desconocimiento que me lleva a no entender dónde está la separación de la derecha y de la izquierda mientras leo a trozos y a ratos los programas electorales. Sí, hace unas cuantas elecciones con sus lunas, me leí los programas electorales de un tirón y acabé votando todo lo contrario a lo de siempre.

Luego recordé que la vida es puro teatro, con sus políticos, claro; y no voté.

Sí, detesto eso de que si no votas no puedes opinar. No opinar es imposible. Se opina cuando se calla, se opina cuando se decide por dónde caminar, se opina cuando compras el té verde a ese hombre majo que te lo trae a casa en lugar de comprarlo en el súper.

Pienso en esos grupos que se agrupaban en contra de los grupos y en aquel momento en que se dieron cuenta de que necesitaban un partido propio para que los partidos no existiesen, no sé si me explico, no sé si puedo explicar lo que no entiendo.

Recuerdo las asambleas en la Pza de Valle de Oro, en Carabanchel.
Me creí eso de que el barrio lo íbamos a hacer entre todos.

Soy de esas personas románticas que apuesto por tomar decisiones por materias. Votar qué haremos con los autónomos, votar qué haremos con la contaminación, votar qué haremos con la inseguridad social, votar qué haremos con la educación, votar qué haremos con esto y con lo otro.

Sé que esto no interesa a los partidos, me pregunto quién elegiría las materias de las qué opinar, me pregunto si se puede gestionar todo sin un líder, me pregunto si este romanticismo utópico sirve para lavarme las manos, me pregunto si no nos habrán inyectado una dosis de desidia subliminal mientras veíamos Joker en versión original.

Qué queréis que os diga, a mí la foto del abrazo me da tanta grima como la de aquel beso político madrileño…

Dudo, luego existo.


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