miércoles, 9 de octubre de 2019

SIN MAPA





Ayer fui por la mañana al cole y por la tarde, así, de repente, estaba ya en la Universidad. 
El día terminó con un cansancio cómodo, envuelto en satisfacción y consciente de que el camino de un martes alegre no había concluido aún. 
Mi amigo perro me recibió con una algarabía propia del Circo del Sol, últimamente su locura le lleva a subir los escalones de tres en tres aunque sus patas peludas se empeñen en bailar un twist. Me sacó de paseo para airearme y que el movimiento de mis pies sin destino aliviara una mente centrifugadora.

Ay, y después vino una de esas duchas que detienen la piel.

Hoy madrugo para continuar el trabajo que el sueño impidió y escucho a los vecinos de La Corrala, el choque de sus tazas de café, escucho incluso el olor de sus tostadas veloces y recuerdo la jornada de letras de ayer, de solamente ayer aunque parezca que mis días tienen más horas que los del resto.

Mis amigos de nueve años se hacen mejores preguntas que los universitarios. No se bloquean demasiado en los “cómos”. Con ellos surgieron palabras como: paciencia, imaginación, pasión, inspiración, concentración… esto es lo que ellos creen que necesita un escritor. Además de papel, lápiz, sacapuntas y un borrador, todos querían tener un borrador cerca.

Los universitarios querían una manera, un botón de inicio, un “mapa para escribir” – dijo un alumno.

Yo creo que algo falla cuando al crecer tenemos miedo a perdernos. 
Yo creo que lo que atrofia la creatividad es la falsa necesidad de la mordaza que se coloca uno mismo.

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