lunes, 21 de octubre de 2019

ESPONTANEIDAD



La espontaneidad es un arte.
Mañana martes regreso al cole. Los pequeños escritores aprenden de manera veloz porque jugamos, porque nos apoyamos en la diversión para inyectar sin esfuerzo el conocimiento.
Experimentamos con las letras. Ellos no saben que yo soy la que más aprende, que adapto mis clases a lo que ellos van dándome, que viajo en metro pensando cómo y qué ofrecer en la próxima cita. 

La felicidad es decorar un día con todo aquello que te gusta hacer y sobre todo no dejar hueco para lo otro, lo que no apetece, la gente a la que no quieres ver, las letras que no deseas leer.
Antes me daba miedo improvisar. Es la repetición la que hace la costumbre y es difícil permanecer lejos de la rutina toda la vida. Ahora veo la rutina con otros ojos porque no quiero abandonar una serie de hábitos que me hacen más fuerte, más sana, más consciente. 

Pero octubre está siendo un mes de ver con las gafas de cerca. De colocarse cada día en el presente y finalizar echando un vistazo al día siguiente con la seguridad de que la improvisación me permitirá salir airosa de las tareas de un mañana cercano. 

Preparo el club, las actividades de la universidad, las actividades del colegio, practico yoga, cocino un menú repleto de energía y doy un paso, solo uno, solo uno antes de dar el siguiente. Octubre me ha permitido por fin derribar ese límite imaginario que nadie veía y que yo tanto subrayaba.
De octubre me marcharé habiendo disfrutado de lo que marqué con un NO rotundo antes de haberlo probado, me marcharé habiendo sido capaz de hablar de lo que dolía y de pasar después página, me marcharé reservando un día a la semana para practicar lo que me da miedo, me marcharé manteniendo esa postura que nunca antes intenté. 

Las personas que dan la espalda a la espontaneidad dibujan su propia jaula, se fatigan por lo que queda por hacer.
Cuando disfruto en directo de un concierto de jazz me detengo en los gestos de los músicos durante la improvisación, en la complicidad que nace entre un grupo de personas cuando solo con las miradas y la sonrisa se comunican la siguiente nota.
Sintonizarnos con lo imprevisible dispara nuestra creatividad. 

Mañana, de repente, sin que estuviese anotado en el programa, experimentaremos con la escritura improvisada en el aula, usaremos la escritura automática, convertiremos cada mesa en una banda de jazz y con los ingredientes básicos nos regalaremos cuentos sin pensar mucho.

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