viernes, 1 de noviembre de 2019

BAJAR AL BOSQUE



Domingo, ocho de la mañana.
Jengibre, agua templada, limón y la mejor miel del barrio.
El cuerpo se acostumbra a lo bueno.
La mente rechaza cualquier veneno de forma automática.
Las emociones aspiran el silencio. 

Hay etapas en la vida en que se vive hacia dentro. Oigo demasiado sin escuchar, sin interés. Veo personas que cruzan un jardín pendientes del problema que riegan en privado cada día. Siento que a ratitos, entre lluvia y lluvia, sale un sol regalado al que pocos ofrecen su rostro. 

Sí, claro que conozco el olor de tu piel porque le presto atención, conozco mi propio aroma y soy consciente de que la transformación le ha afectado.
Sé que mi letra está mutando porque mi corazón acompaña al balanceo que ahora hace mi mano sobre el cuaderno. 

Quizá no sea la mirada con fecha de caducidad del turista, ni la mirada inexperta del niño, quizá sea una identidad nueva, siempre recién estrenada, el resultado de cuestionarse lo contado y no creerse absolutamente nada porque otros lo hayan escrito. 

La postura que más importa es la que pones frente a ese espejo en el que se refleja lo interior. El yoga nada tiene que ver con las acrobacias, la salud nada tiene que ver con el peso, la constancia nada tiene que ver con el aburrimiento, la edad nada tiene que ver con la juventud.

*La foto la hizo Jaime  Monzon  (ganas de bosque) en el Abedular de Canencia

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