miércoles, 31 de octubre de 2018

LA INTIMIDAD DE LO COTIDIANO



Necesitaba abandonar el pueblo e instalarse durante un fin de semana largo en la gran ciudad que la convertiría en anónima. 

Eligió el barrio que la obligó a buscar la palabra “gentrificación” en la Wikipedia. Eligió una de esas plataformas que ofrece apartamentos a buen precio mientras inunda de turistas despreocupados la zona que antaño fue de vecinos comprometidos. 

Llegó hasta el portal en moto, con el mínimo equipaje y allí la esperaba él. Un fuerte apretón de manos, la entrega de llaves y una escalera de madera con escalones de desigual altura que la obligaban a tensar los músculos de sus pies para evitar un taconeo cojo. 

Ella delante, con las llaves en su mano derecha. Él la seguía para comprobar que abría perfectamente la puerta. 

- La cerradura de abajo tiene truco – le dijo sin despeinar su sonrisa. 

Sin motivo alguno, aquello resultaba incómodo. 
Pequeño, con luz, silencio, sin demasiados adornos y unas paredes que presumían dejando a la vista sus ladrillos barnizados. Era perfecto.
Solo necesitaba llenar la nevera con lo necesario para los próximos tres días. 
Aquel desconocido de mirada extraña, manos firmes y voz apagada se ofreció a acompañarla hasta el supermercado.
Lo peor fue que entró con ella.

- No es necesario
- No tengo nada mejor que hacer.

De repente lo incómodo se convirtió en molesto. La tranquilidad afilada de él se miraba en ella reflejando una dosis de ansiedad.
Con manos temblorosas ella pesó unos cuantos tomates, tomó una caja de té verde, pan integral, un par de cervezas y fue caminando hasta la caja; avergonzada, sintiéndose estúpida, aprovechando su larga melena para cubrir un poco su rostro.

- ¿Vas a comer tomates con pan y té durante tres días? – preguntó él mezclando condescendencia y burla. 

Lo más cotidiano, el acto de hacer la compra en un supermercado cualquiera ante la mirada atenta de un extraño, se convirtió en acoso.
Aquel hombre tan atractivo le provocaba una intensa repulsa. 
Caminó con la bolsa medio vacía, enfadada porque odiaba los tomates y el té verde y ese par de cervezas no estaban frías y el pan integral del supermercado era el mayor timo de la historia. 

Subió la escalera veloz, abrió la puñetera cerradura y cerró por dentro como si la persiguiera una extraña sombra. 
Se sentó en la terraza y tomó un asqueroso trago de cerveza caliente mientras observaba desde arriba el barrio más cool.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.