jueves, 5 de julio de 2018
EL FUNCIONARIO
Entre ellos hay una mera transacción, una frase después de un buenas tardes, un traqueteo de euros y un ticket de despedida.
Las paredes del lugar son tristes, el aire acondicionado aporta la temperatura adecuada y cinco personas atienden al público que extrae de la máquina su turno.
Ella le mira y cruza los dedos para que le toque él.
Él también mira de reojo y hace un repaso mental para ver si tiene que despachar rápido o ralentizar su conversación.
No sabemos si es la mente de él o los rituales de ella pero podríamos calcular que en un 90 % de los casos consiguen mirarse a los ojos e incluso rozarse la mano aprovechado el cambio de monedas o la entrega del comprobante.
Pero no se les ocurre cómo intercalar una propuesta de cita entre esas cuatro frases vacías. Han conseguido bromear, quejarse del calor, saber sus nombres e incluso fantasean en sus casas con el siguiente encuentro.
Ni siquiera saben cómo se han enamorado sin conocerse.
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