martes, 11 de septiembre de 2018

LA NIÑA PEQUEÑA

Imagen de Takahiro Hirabayashi

La pequeña decidió vivir debajo de la mesa. Así se escondía de visitas inoportunas;  no tendría que besar a su tío con barba ni a su tía charlatana que le apretaba los carrillos como si exprimiese un limón usado. 

Se habituó a esas cuatro patas que la rodeaban y cuando empezó a sentir la madera en su cabeza, deseó intensamente no crecer más. 

- Iba para alta, pero es así de cabezota – solía decir su madre.

Sus amigos bajitos siguieron visitándola  durante casi un año más. Luego empezaron a quejarse de dolor en el cuello y en las rodillas. 

La niña se quedó sola, se aburría y entonces pidió con todas sus fuerzas crecer. Aumentó su estatura hasta que rompió el tablero. 

A partir de ese día el lugar que más frecuentaba era el espejo.  Necesitó que sus amigos y su madre le dijesen que ya era alta. Pidió que la midiesen. Dibujó un metro en la pared para corroborar que había alcanzado el número de centímetros exigido socialmente. 

Pensó que si se había excedido podría vivir esta vez en el tejado, donde no acudieran ni su tío con barba ni su tía charlatana. 

Pero ella nunca supo cómo crecer por dentro y tuvo que vivir con un cuerpo tres tallas mayor que sus emociones.

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