sábado, 15 de abril de 2017

LO CONTRARIO


Yo no siento que estoy loco, lo que siento es un gran caos en la cabeza.
Fernando Vallejo 


Cada vez que mi amante venía a cenar, yo dedicaba la tarde a preparar envases. 
Reunía varios tupper. Luego, le pedía que lanzase todos sus besos al aire. Yo, con una especie de cazamariposas los alcanzaba para congelarlos dentro de los recipientes ya listos. 

Nunca quise que sus labios rozaran los míos y era mi manera de que otra los pudiera disfrutar en perfecto estado. 

Al poner punto final a nuestro placer, yo marcaba su espalda con un sello que indicaba su hora de caducidad: las 00.00 h. 
Un rato antes limpiábamos sus zapatos y se calzaba para salir por la puerta con el tiempo suficiente de no prescribir en mi hogar. 
Jamás había soñado dormir acompañada.


Luego llegó el huracán; un viento incontrolable que lo descolocó todo.  Me encantó ver las cortinas por el suelo, mi pelo continuamente despeinado, todos los calcetines del cajón tan desparejados como yo, la lavadora repleta de recuerdos centrifugados. Me acostumbré pronto al caos y ningún reloj se atrevió entonces,  a convivir conmigo.
   
    - ¿Qué ocurrió luego?  - preguntó el mago.

Y no supe qué responder.
Me quedé en silencio doblando una a una las prendas que habitaban  mi armario, mirando el piano del salón que estaba siempre afinado, comprobando que el reloj marcaba la hora exacta...

 - Luego deseé todo lo contrario - me atreví a pensar   mientras quitaba suavemente con mi mano las arrugas de la almohada.

  - Hasta el siguiente huracán – añadió el mago también en silencio.



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