lunes, 18 de noviembre de 2019

LA HORMA DE TU ZAPATO



En el cole pido ejercicios extraños, con letras, con creatividad, inesperados. Me los llevo todos y los leo con atención para preparar la siguiente sesión. Los textos de los pequeños escritores me sirven para ver qué necesitamos tratar. Me convierto en escritora de cabecera: decido un poco de improvisación porque preguntan demasiado antes de comenzar, un poco de lectura porque no sé si viven la literatura, hablaremos de los sentidos porque describen poco, les contaré algo que me ocurrió porque de ahí partirá el cuento… y así. 

Sin embargo, ellos preguntan si ya he corregido, como si yo corrigiese.
Sin embargo, ellos preguntan si pondré notas. Hablan de notas de esas que califican, no de mis cuadernos donde anoto todo…
No, respondo yo, todo no. 

Nos han acostumbrado a los exámenes, a los baremos, a las etiquetas y no es fácil desprogramar mentes programadas. 

En el cole veo como los profes son continuamente evaluados por los padres.
Sí, también. 

Yo pienso en los médicos. Si un enfermo no confía en su doctor es difícil que se cure.
Si no confiamos en el maestro, será difícil aprender. Esa desconfianza se respira en casa cuando se envían anotaciones, cuando se discrepa con lo enseñado. 

- Ya… -me diréis- pero los padres tendrán que opinar.

Lo ideal sería elegir el colegio que deseamos y relajarnos.
Yo me pregunto qué parte de la educación corresponde a los padres y qué parte a los profesores.
A veces deseo que en el cole se enseñe yoga, respiración, que nos hubiesen enseñado a gestionar el dinero, a alimentarnos, creatividad y claro, también a hablar en público, a escribir, sin olvidar las matemáticas, la historia…
Y me vuelvo a preguntar, ahora que los padres no tienen tiempo ¿debemos delegar todo al colegio y luego supervisar, desconfiar, recriminar?

En el libro “Matriarcadia” de Charlotte Perkins, solo las madres “profesionales” se encargaban de la educación de las hijas porque no todas las madres estaban preparadas para esta importante labor. Hablo en femenino porque no hay hombres en este lugar ficticio. Allí nadie se cuestionaba si el trabajo de estas madres era o no el adecuado porque confiaban. 

Lo importante es que enseñemos al alumno a cuestionarse todo, de forma que sea él quien con el tiempo pueda decidir qué le sirve y qué no le sirve.
Se llama criterio, y es una importante asignatura. 
- Claro – me diréis- tú no eres madre.

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