Imagen de Benjamin Lacombe |
Encuéntrame enseguida, antes de que otro me encuentre.
Murakami
La niña no sabe correr
porque siempre lleva tacones.
Le duelen los pies,
lloran sus talones.
Se toma su tiempo para observarse
en cualquiera de los
siete espejos
que habitan su casa.
Le dicen que es flaca
que la tristeza le aprieta
que todas sus arrugas
se
inclinan cuesta abajo.
Le gritan que su voz suena hueca
y que sus ojos,
solo miran tras un manto de
niebla.
La niña no ríe;
tuerce un poco la boca.
Busca una tirita
para tapar la hendidura
que en su corazón dejó
alguna bala con forma de promesa.
Se pierde
sin moverse de la silla.
Baña sus penas con vino blanco.
Cada noche,
un torrente de lágrimas
empapa la sábana bajera de su cama.
Alguna tarde de verano,
adorna su
cabello con un lazo rojo.
La niña se escribe cartas a sí misma
y espera la respuesta
que nunca llega.
Quiere abrazar sin precio,
sin escudo,
subida en una nube,
olvidando los
metros
que la separan del resto.
Tiene miedo.
Ha perdido la primera vocal.
Ya no ama,
no tiene alas
ni alma.
Ya no danza
ni canta.
Había una vez una niña…
que deseaba ser otra.
Precioso y muy triste. (Rema)
ResponderEliminarMe encanta la gente que puede enlazar la palabra "precioso" con la tristeza. La imagen es una ilustración de "La niña silencio", bellísimo cuento. Abrazos
EliminarBuffff precioso y triste sí.... de acuerdo con Rema ( Luisa)
ResponderEliminarGracias Luisa, por pasar por mis letras. Sigo jugando
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