Imagen de Zhang Haiying |
En las promesas almíbar y en el cumplimiento acíbar.
Tirso de Molina
Salgo armada, con la boca llena de palabras que esta noche no quiero que salgan. Mis ojos carecen de lágrimas porque todas fueron perdidas en el diluvio de ayer. Y las manos abiertas, mostrando las líneas que nada dicen, las cicatrices que todo cuentan.
Llevo vendas para cubrir la marca de un golpe acertado en el corazón que impide un sístole rítmico.
Se percibe el rastro de una hemorragia a
deshora junto al bordillo de la acera de un adinerado barrio. La sangre azul también se derrama cuando la
nieve ya no enfría, solo quema.
Espejos que me miran cuando intento mirarme.
Rejas que me protegen de la cárcel que hay afuera.
Me alimento del vómito de los poetas que me enamoran en cada
puto recital. Me miran a los
ojos, hablan con esa inusual belleza, de lo jodidamente cruel que
es todo.
Desabrochan mi ropa sin tocarla y me invitan a
dibujar en una sola noche mis mejores ojeras.
La botella de vodka está vacía y yo solo bebo
cerveza.
Esta vez al final del callejón sin salida no hay un
muro. Está tu sombrero y una falsa promesa que ninguno de los dos nos creemos,
pero que es suficiente para que yo sonría después de tanto tiempo.
Más tarde, la banda sonora la pondrán nuestros
cuerpos y yo no desapareceré a las doce en punto.
No. Esto no es de ahora, de hoy, de estos tiempos. Son tiempos pasados ¿verdad?
ResponderEliminarAbrazo.
Es de una noche cualquiera... cualquier tiempo pasado, fue peor.
EliminarMagnífico texto.No prometo nada pero intentaré asistir a los recitales con sombrero y soñar con que tus ojos iluminen mis callejones sin salida.
ResponderEliminarHala! Muchas gracias, acompañada prefiero tener salida... y más si se trata de un "anónimo" ;) Abrazos
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