Imagen de Gabriel Pacheco |
Cuídate de los que sólo ven desorden en el ruido y paz en el silencio
Otto Von Bismarck
Escucho una voz lejana que se ha transformado en un amasijo de vocales; de fondo suena una “o” minúscula y eterna. Las vocales siempre llevan zapatos de tacón, el sonido de sus pasos golpea mi mente. Son capaces de transformar un cuervo en un ciervo.
Somos marionetas en sus dedos, dados que caen al azar y siempre marcan
el nueve, dudas que toman atajos.
La poesía presume de
apoyarse en los silencios pero requiere de voces que la introduzcan en calles
estrechas donde el eco gobierna.
La prisa siempre toma el
camino más corto.
Agito las letras en busca
del cuento improvisado y soy cómplice de la luna porque yo también menguo
algunas noches y crezco otras.
Jamás existiría el fulgor
sin la oscuridad que me arrastra al cuaderno.
Nunca te pedí que me
leyeras. En mi mano solo hay un lápiz que se mueve sin pensar en tu mirada.
Duele la luz del sol
cuando apenas se ha dormido y el vodka se agarró a cada una de mis pestañas.
Aprieta el collar que
imponen las falsas amistades; inventan un traje que no encaja con un cuerpo, un
cuello que no se adapta a las cadenas de un corazón que dejo de latir en el
primer hasta luego.
Nunca permanezco en el
lugar donde más me buscan.
Ningún semáforo decidirá el
instante en que comenzaré a cruzar el puente. En el otro lado, las consonantes
prometen que todo cobrará sentido.
De nuevo las promesas
cubren de un tono gris el cielo y solo deseo la más intensa tormenta.
Pues entonces no te buscaremos..... Anaïs
ResponderEliminarY me encontrarás...
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