Imagen de Jee Young Lee |
Me interrumpo para señalar que me siento extraordinariamente bien.
Samuel Beckett
Tus palabras son esos círculos que aparecen en el
lago del olvido cuando me arrojas la piedra. Son nítidos, pero poco a poco se
deforman en el agua hasta convertirse en nada.
Das un golpe limpio y contemplo como se evaporan ante la ventana abierta de la que fue mi jaula. Hace mucho tiempo que el pájaro huyó y ahora disfruta
de un vuelo sin destino.
Mantengo el pozo de antaño en el patio y me asomo
para sentir que puedo arrojarme pero no lo deseo. Vislumbro la soga en la rama más alta del
árbol para recordar que aprendí a confeccionar el nudo perfecto y sin embargo, solo utilizo el vaivén como medio de
transporte y la cuerda como columpio para sentirme acariciada por el viento.
Nunca me peino para acudir a citas importantes.
Oigo todo aquello que no escucho, ansiando dejar de
ser una obsesión y transformarme en vago recuerdo.
El rímel que acaricia mis pestañas disfruta de la
lluvia que lo difumina, dejando en los ojos más bellos, el disfraz de una noche
de excesos.
Recuerdo el peso de la locura sobre la protagonista
de aquel cuento. Ella pinta los labios de una de esas muñecas con rostro de porcelana.
No desea verse en el espejo y evita maquillarse.
La muñeca se resigna, sin imagen, convirtiéndose en
el clímax del terror.
Nunca se sabe adónde irán a parar los dardos que
arrojas. Cuentan que algún delirio... adoptó forma de boomerang.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.