Imagen de Yawen Zheng |
Es bello lo que procede de una necesidad interna del alma.
Wassily Kandinsky
Wassily Kandinsky
Una
mano se mueve bajo los escombros, es la mía.
La acaricio con mi mejilla; la otra,
la izquierda, permanece relajada, vaga, marcando con el dedo meñique el ritmo
que da pie a un lento comienzo.
Ya
no hay peces nadando en la pecera, no queda agua. La sed me invita a caminar hasta una fuente. Sonrío a pesar de
haber perdido todo el equipaje durante el viaje.
Desnuda,
descalza y libre, sonrío.
El
viento me saluda. Recuerdo el sabor del desayuno e improviso una tetera en un
paisaje desolado.
Mi
mente se llena de cuentos e imagino los personajes que me esperan junto a la fontana.
Contemplo otras manos que también se mueven acumulado
la tierra necesaria para pintar montañas. Otras almas se agitan y contagian su ritmo a las hojas del
otoño. Miradas que buscan sin querer encontrarlo todo, dejando atrás la carga
de la estabilidad.
Ya
no sueño en blanco y negro.
No
conocía todos los colores que puede tener un desayuno sin ti, conmigo. Tengo nuevas arrugas tras haber aprendido a
reír.
Solo
me queda un infinito lienzo en blanco, fácil de borrar y la vieja radio que se
sintoniza a su antojo.
Hoy
, nada más abrir los ojos, alguien me regaló un abrazo.
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