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- Eres muy bonita, Midori.
- ¿Cuánto?
- Tan bonita como para hacer que las montañas se derrumben y el mar se seque.
Haruki Murakami
Deseo acomodarme en
la tristeza cuando adquiere forma de esponjoso sillón. Reconforta hundirse en ella cual
adormidera.
Las vocales
permanecen mudas, no saco punta a las consonantes. Combino unas letras con otras
para que chillen en voz baja, murmurando grises.
Jamás ensordece. Es tibia,
no hiela, mucho menos calienta.
Consigue como nadie que los cuentos resbalen por mi espalda acariciando cada vértebra hasta finalizar en tenue
pellizco.
Nunca duele o enrojece como
la ira o el odio.
No araña como tus falsos abrazos.
No araña como tus falsos abrazos.
Dibuja bellos poemas y se
resguarda entre líneas de posibles tormentas.
Difumina desnudos y torna su voz en balada.
Ella seduce y mira siempre de
frente.
Hay días en los que agarro el cuaderno y me enamoro
locamente de la tristeza.
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