Imagen de Khoa |
Me odias tanto, solo para hacerte notar
Tulsa
Me siento recién llegada en cualquier lugar; mis desayunos son siempre por primera vez.
Llevas años intentando encontrar el final de la misma canción. Es monótono moverse un día entero al compás de los habitantes de tu pecera. Yo prefiero reflejos naranjas que impulsen mis pies.
Borré cada una de las huellas que quedaron en el
camino para evitar encontrar cualquier
regreso.
El desierto es el mejor lugar para perderse. Me
quedé sorda un domingo ante teléfonos que no sonaban por haber vivido demasiado tiempo en verano, amando septiembres.
Ya
no tropiezo con tus miedos aunque el olor
a cicatriz es eterno. Intenté volar en los suburbios pero tuve que instalar mi hogar en el tejado.
No
pidas que deposite versos invisibles en una pizarra, el sonido de la tiza me crispa. El
poema jamás puede ser evidente. Nunca unos cuantos tacones conseguirán rimar baladas.
Ahora me dedico a estrenar letras que acomodo en la arena agradeciendo al viento que lo convierta todo en efímero.
Domingo, septiembres, efímero, el poema jamás puede ser evidente, el poema jamás puede ser evidente. Creo que identificaría tus palabras en cualquier verso anónimo.
ResponderEliminarComo autora, no me gusta este texto. Veo lo mismo que tú, una amalgama de mis símbolos...
ResponderEliminarSalió de dentro y por ello está aquí.
Vaivén, reloj, lunes, domingos, zapatos, efímero, algún desierto o duna... lo mejor es que los negros se tornan naranjas.
Que tristes tus palabras... al leerse, suenan interiormente como trompetas anunciando un apocalipsis.
ResponderEliminar