Imagen de Carlos D. Pulido |
La lentitud convierte tu
voz en retardo.
No sabes cuánto tiempo
hace que tu mano no enciende una hoguera.
Tu cuarto está repleto de
mullidos cojines donde descansa una conciencia sin vértices.
Me duermo cada vez que
escucho tu voz.
Intento escribirte el
cuento que prometí, pero mis palabras se han contagiado de tu fatiga y solo
saben frenar nueve segundos antes de rozar el papel.
La música sorda que
acompaña tus viernes carece de instrumentos con alma.
Un hilo de olvido ha
amarrado tus manos y tú paralizado, esperas que alguien se acuerde de ti
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.