Ilustración de Chiara Fatti |
Yo cuando amo, ocupo a la víctima, sin invasión.
Peru Saizprez
No sé por dónde llegaste ni a qué parte del poema correspondes.
De repente, no tropiezo y mis pausas coinciden con tus pestañas.
La temperatura de mi piel es otra desde que cómodamente apoyas tu mano en mi cadera.
Pierdo a veces el ritmo, pero se me olvida todo, cuando las comisuras de tu boca se inclinan hacia el norte.
Empiezo a mirar los cielos de las ciudades, el borde de la
copa de vino o el caminar de la hormiga que paseará por los cuadros del mantel, en
nuestro próximo picnic.
Ya solo tiemblo durante los terremotos que agitan mi cama y
siempre suceden si dormimos juntos.
Invento un lenguaje secreto con el que nos comunicamos en
sueños.
Podrías desaparecer y eliges visitarme para jugar conmigo, sin
prisa, a encajar los trozos de ese
interminable puzzle de nueve mil piezas.
Tu cuerpo nunca estorba en mi lado del poema.
No eres torpe
desabrochando botones y has cruzado tantos mares que jamás te ahogarías en un vaso
de agua.
Últimamente no entiendo los relojes y desayuno cerveza con poesía.
(Aplauso)
ResponderEliminarGracias, Ana, sabes que tu opinión es importante en mi escritura. Un abrazo
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